Capítulo 1
Recuerdo aquel día, estaba lloviendo y por en la ventanilla del auto
ponía llegar a observar las gotas y oír el ruido de la lluvia al caer, me ponía
nerviosa el movimiento de los parabrisas pero gracias a ellos, el agua
precipitada no impedía ver mi camino hacia el hospital. Me bajé del auto,
estaba cansada y un tanto apurada, hacia días que no llegaba temprano al
trabajo, y ya tenía bastantes advertencias al respecto. Realmente tenía deseos
de que mi jefe falleciera para yo finalmente poder ocupar ese ansiado cargo que
tanto quería gozar, no sólo por mis méritos, si no también por mi experiencia y
sobretodo por el dinero que tal trabajo generaba. Pero tampoco me sentía
cómoda, con la idea de tener deseos sobre la muerte de una persona, que si
bien, ocupaba un puesto que tendría ser mío, yo no tenía porqué tener esos
pensamientos tan terroríficos e inhumanos.
No era agradable la semana que había pasado, pero como que siempre supe
desde mi adolescencia, que este momento iba a llegar, quizás por eso no sentí
tanta desesperación en el momento.
Siempre fui fría y un tanto cerrada, nunca me gusto demostrar mis
sentimientos ni emociones, para todos, yo no disfruto, yo no sufro, yo no
quiero, yo... No vivo. Pero por primera vez en mi vida, sentía un nudo, en la
garganta, fuerte y doloroso, de esos que no se pasan hasta que largas el
llanto, tenía ganas de estallar en cualquier momento, llorar sin parar sobre el
regazo de mi madre enferma.
Llegué adentro empapada, y casi corriendo me dirigí hasta en el ascensor
y presioné el botón del piso tres, en el que se encontraba mi madre. Cuando las
puertas del ascensor se abrieron, me encontré después de tantos años a mis tres
hermanas mayores, junto a sus maridos. No sabía que hacer, así que sólo me
digne a decir un simple "Hola", que fue respondido de la misma
manera, y a buscar la habitación de mi mamá. Pero antes de entrar escuche e
identifiqué rápidamente la voz de mi hermana mayor, Valentina.
-Hace días que ella estaba esperando tu visita, dice que tiene que decirte algo
urgente. ¿Por qué te desapareciste de esa manera? ¡Ni siquiera un mensaje has
enviado, o has hecho alguna llamada, para saber el estado de nuestra pobre
madre!- Hacia mucho tiempo que no presenciaba unos de sus reproches hacia mi,
siempre tuvo esa costumbre, reprocharme por todo.
-Estuve bastante ocupada, he tenido distintos problemas en el trabajo y
también, con Tiziana y Valentín, con el tema de la varicela. Pero bueno, ya
llegué ¿No? Déjame ahora que tengo que entrar.- Le contesté con las pocas
posibilidades de hablar que me quedaban.
-Eso no se justifica, porque yo también tengo problemas, y tengo cinco
hijos nena, no eres la única con hijos acá.-Se frenó, hizo una pausa y mirándome
a los ojos me dijo- La mami se está por morir, la enfermedad ha avanzado mucho
en esta última semana, y menos mal que llegaste, que hasta lo mejor quiere
despedirse, menos de Francisco, que se está por tomar el primer vuelo que sale
de Italia, hasta acá.
Di media vuelta y seguí mi camino, como siempre lo hice, después de sus típicos
reproches, porque sabía que por dentro le daban ganas de echarme de su vista,
cada vez que le hacía eso. Pero me quedo en la mente la frase "La mami se
está por morir". Estaba claro que me quería hacer sentir mal y
desgraciarme, eso era común en ella, por eso se tomó el atrevimiento de decirme
semejante maldad.
Cuando entre, y observe el cuerpo de mi madre acostado en esa incómoda
cama de hospital, me dejé caer sobre ella, al mismo tiempo dejé escapar ese
llanto que llevaba por dentro tanto tiempo y que consumía mis ganas de vivir de
a poco. No podía creer lo que mis ojos estaban viendo, mi mamita hermosa había
perdido el brillo de sus mejillas rosadas, sus ojos negros ya no tenían el
mismo vigor de antes, su cara estaba pálida, y su pelo al no ser teñido estaba
completamente blanco, tenía clavada la aguja en su brazo por el suero. Pero así
mismo, a pesar de tal apariencia, me acariciaba la cabeza y yo podía notar que
lo hacía con el mayor esfuerzo posible. Estuve un tiempo incalculable, hasta
que al fin levante mi cuerpo y me senté en una silla que estaba junto a la
camilla. Y secándome las lágrimas me animé hablar.
-¿Cómo has estado?
-¿No ves? Va, pienso que ya es hora de irme. Ya cumplí mi función en
esta vida, ya tuve marido, hijos y nietos… ¿Qué más puedo querer?
-Mamá no digas eso vos sabes que…
-¿Qué? ¿Yo sé qué? Que me voy a morir es lo que sé yo. Lo único que le
pedí a Dios este último tiempo es que me diera la posibilidad de despedirme de
mis hijos.
-¡Mamá! ¡No! No me dejes mamá… Yo sé que no fui la mejor hija, que
cometí muchos errores, y que no siempre estuve cuando me necesitaste, pero no
quiero que te mueras. ¿Qué voy hacer yo sin vos? ¿Qué voy hacer si no tengo
unos abrazos para llorar?
-Pero hija, yo tampoco me voy a ir completamente….
-¿Qué quieres decir con eso?
-La ausencia no tiene que ver nada con lo físico Gabriela, es la falta
de amor en un corazón lo que hace que la ausencia de una persona te duela.
Entonces vos tienes que entender, que aunque no esté acá, lo voy a estar
siempre en tu corazón. A veces tienes que ayudar a tu corazón asumir, lo que tu
mente ya sabe.
-¡No mamá! ¡No quiero eso! ¡Es estar esperando que pase algo que siento
que nunca tendría que pasar!
-Si va a pasar Gabi, es la ley de la vida, los hijos tienen que ver a
sus padres morir. Además ¿Para qué seguir prolongando mi vida? Ya lo está todo.
Vos sos grandecita, ya tienes una familia hermosa, unos hijos bellos y un
marido que te quiere y te respeta. No necesitas de una vieja como yo.
-Eso lo decís para no hacerme sentir mal, vos misma dijiste que de una
madre siempre se necesita.
-Pero no siempre está. Ahora escúchame bien, siempre que me necesites búscame
en la noche, en el cielo, en la estrella más brillante que veas. Y toma, este
es mi mejor dije, quiero que lo lleves siempre contigo, para tener algo mío más
cerca. ¿Y no tienes que ir a tu trabajo? Vamos, levántate y anda que se te va
hacer tarde…
-Mamá, ¿Cómo quieres que te diga adiós? Si a lo mejor es la última vez
que lo hago. Además, ¿Cómo hago para despedirme de una persona con la que no me
puedo imaginar vivir sin ella? Y a vos no te veo tan bien como para dejarte.
-Podría morir ahora. Estoy tan feliz con lo que he conseguido en mi
vida. Estoy exactamente donde quiero estar. Y mejor ándate ya ¿Si? Quiero que
conserves este último recuerdo conmigo… Sólo este.
-¡¡¡Mamá!!! Te amo muchísimo mamita, te voy a extrañar, pero está bien,
voy hacer lo que me dijiste. Y mejor me voy ya, para no sentirme peor. Adiós
viejita querida, y ojalá te encuentres con la abuela Mirtha, que seguro está en
el cielo esperándote.
Me levante de la silla y le di el mejor de los abrazos, agarré mi bolso
y le coloqué mi cadena de oro puro en el cuello, quería que se fuera con ella.
La volví abrazar y la besé. Y cuando me dirigí para la puerta, sentí ese
sonido, ese sonido que marco el resto de mi vida. El marcapaso dejó en relevancia
la muerte de mi madre. Me quedé completamente inmóvil, sólo veía a mis hermanas
llorar y gritar, enfermeras llamando a los doctores, querían revivirla a
cualquier precio. Pero ya era demasiado tarde, mi mamá ya había partido, sólo
quedaba su cuerpo.